Anne McGuire

23 de septiembre de 2016

Hace poco, cuandoconducía de regreso a casa después del trabajo, escuché mi audiolibro para pasar el tiempo en el tráfico. No es algo raro para mí, pero no esperaba sentir una tristeza agridulce.

Conforme la autora compartía relatos de su visita a Kenya, habló sobre un lugar preservado de la indigencia que había visto en otras partes. Un edificio en especial, aunque era pequeño y simple, era limpio, agradable y acogedor. Pero la razón de su buena condición destrozó mi corazón: era un hospital para niños con enfermedades terminales.

En este hospital vivía una pequeña con quien la autora se hizo amiga rápidamente cuando se conocieron, se entregaron el amor que ambas necesitaban. La autora continuó leyendo y compartió su deseo de hacer algo por ayudar a la gente que había conocido.

Resulta demasiado fácil sentirse desanimado por todo lo que está mal en nuestro mundo y pensar que nuestros esfuerzos personales no marcarán la diferencia ni tendrán importancia. Pero las reflexiones de la autora me recordaron la increíble naturaleza personal de los problemas a gran escala.

Las peores tragedias de nuestro mundo no son anónimas. Son experiencias de personas con rostro, nombre y relatos. Resulta difícil concentrarnos en el sufrimiento a gran escala, aunque su naturaleza personal implica que cualquiera puede mejorar concreta la situación de persona a persona.

Una de mis partes favoritas de la bula de convocación del Papa Francisco para el Jubileo de la Misericordia (Misericordiae vultus) describe la misericordia de Dios como "una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. ... Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión".

Al estar hechos a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a amar como Él ama, a conmovernos como Él se conmueve. Todo en lo que tenemos fe y hacemos como católicos se basa en este amor. Así como Dios atesora a cada persona, nosotros también estamos llamados a atesorarnos unos a otros.

El programa Respetemos la Vida 2016-17, que comienza en octubre con la celebración del Mes Respetemos la Vida y continúa hasta el próximo septiembre, explora lo que esto significa con el tema "Conmovidos por la misericordia".

Nuevos folletos fáciles de leer ofrecen consejos prácticos para ofrecer ayuda compasiva que respeta y protege la vida de principio a fin. Una guía de recursos ofrece herramientas para que los católicos profundicen el mensaje de reverencia misericordiosa por la vida, ya sea integrándola a sus esfuerzos respectivos en la educación y el ministerio católico o para enriquecimiento personal. Un póster, un panfleto, una carpeta y un catálogo completan los recursos impresos.

Estos y otros recursos que solamente se encuentran disponibles en línea (imágenes que puede bajar a su pc, un kit de herramientas para los medios sociales, encartes para el boletín y más) pueden solicitarlos o bajarlos visitando www.usccb.org/respectlife.

Durante el Mes Respetemos la Vida y el resto del año, permitamos que Dios conmueva nuestro corazón con misericordia por quienes son marginados, ignorados y están en riesgo de perder sus vidas. ¿Cómo desea Dios que obres por Él hoy?


Anne McGuire es Subdirectora de Educación y Difusión del Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Visita www.usccb.org/respectlife para obtener recursos NUEVOS para el programa Respetemos la Vida.