La humilde majestad y nosotros

Kimberly Baker

22 de diciembre de 2011

La celebración de la Navidad y la llegada del Año Nuevo son momentos perfectos para reconectarnos con seres queridos y volver a considerar nuestras prioridades. Entre el espíritu festivo y las celebraciones, creamos algunos recuerdos poderosos y hermosos durante las fiestas, tales como los momentos mágicos que pasamos con algún niño de la familia o una conversación con uno de los familiares mayores que nos habló de tiempos pasados. Nos alejamos de rutinas ordinarias y de todos los días, el trajín diario, y vivimos momentos especiales que nos enriquecen y refrescan.

En Navidad recordamos cómo Dios, que es tan poderoso y majestuoso, decidió hacerse presente entre nosotros viniendo como un bebé vulnerable, nacido en la pobreza. Esta llegada humilde, tan pequeña y esperanzadora, solo nos hace más fácil ver la ternura de Dios, porque ¿quién puede temer a un bebé? Entra al mundo precisamente como bebé para acercarnos más a Él. En cierto sentido, Dios se "rebaja" a la humanidad volviéndose uno de nosotros, y en el proceso eleva a toda la humanidad.

Si Dios nos acerca a Él con amor, y no por medio de la culpa o la coacción, qué importante es que nosotros también demos testimonio de nuestra fe de la misma manera. ¡Qué importante es esto para la edificación de una cultura de la vida! Mientras muchos de nosotros nos acercamos al Año Nuevo con resoluciones, este parece un momento apropiado para considerar nuestro testimonio pro vida a la luz de la caridad.

Una manera de contribuir a una cultura de la vida es cultivando una actitud pro vida. Además de los esfuerzos importantes como el ministerio fuera de las instalaciones donde se realizan abortos, escribir al Congreso para expresar nuestras opiniones sobre legislaciones, y actividades de oración en nombre de la vida, es muy importante cultivar una perspectiva interior que anime todos estos otros esfuerzos. ¿Qué quiero decir con cultivar una "actitud pro vida"? Me refiero a la disposición que activa y conscientemente busca reafirmar la dignidad de cada persona que encontramos.

Significa hacer un esfuerzo para ver a las personas como Dios las ve. Ayudar a alguien a darse cuenta del bien que tiene y que no puede ver. Tomarse tiempo para reconocer la presencia y el valor de otra persona en una sociedad competitiva, utilitaria y saturada por lo electrónico. Relacionarse con un opositor en forma pacífica y con cortesía. Al afirmar en los demás la misma nobleza que Cristo afirma en nosotros, por medio de su presencia humilde y majestuosa en este mundo, podemos ayudar a cambiar la cultura.

¡Qué mejor momento que la Navidad y el Año Nuevo para renovar nuestras convicciones pro vida y anticipar nuestros esfuerzos con esperanza renovada! Mientras el Niñito Jesús gana corazones y toca almas con la mayor sencillez, resolvamos dar un testimonio pro vida que trasmita reverencia y respeto por los demás. La santidad de la vida humana debe reconocerse desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y en cada rostro humano, comenzando por los rostros que encontramos cada día.


Kimberly Baker es asistente ejecutiva para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.