Richard M. Doerflinger


31 de julio de 2015

La noticia sobre el tráfico de órganos de niños abortados por parte de Planned Parenthood ha suscitado diversas reacciones de espanto, y con justa razón. La directora de Planned Parenthood fue filmada hablando con frialdad en un almuerzo sobre cómo adaptar el procedimiento de asesinato para que los órganos que desean los investigadores queden “intactos”. Se están conociendo otros videos parecidos que merecen una respuesta, en especial por parte del Congreso.

Pero aunque ese escándalo obtuvo la atención del público, en Washington DC hubo un drama más pequeño sobre la vida humana. Fue más pequeño porque poca gente “fuera de la autopista de circunvalación" supo al respecto y porque afectó a los más pequeñitos de nuestros hermanos humanos.

Durante un tiempo este mes parecía que el Comité Senatorial de Asuntos de Veteranos instaría al Congreso, por primera vez en la historia, a solicitar que los contribuyentes estadounidenses pagaran la creación, manipulación y destrucción de embriones humanos en el laboratorio.

Por supuesto que la patrocinadora de la propuesta, la senadora Patty Murray (D-WA), no la describió de ese modo. Ella dijo que su proyecto de ley, S. 469, les daría a los veteranos heridos “la oportunidad de tener hijos”. Pero el sistema de salud de VA ya cubre todas las formas de fertilidad asistida, incluyendo algunas no aceptadas moralmente por la Iglesia Católica, como la inseminación artificial. La única excepción es que el sistema de VA, al igual que Medicaid y otros programas de salud federales, no cubre la fertilización in vitro (FIV).

Hay diversas razones por las que la FIV se trata de manera diferente. La mayoría de los planes de salud privados no la cubren (excepto en la minoría de estados que requieren dicha cobertura) porque es un procedimiento “opcional” muy costoso y con un alto porcentaje de fracaso. También hay cuestiones más importantes, relacionadas con la dignidad de los niños, las mujeres y las familias.

La FIV que se practica hoy supone un porcentaje extremadamente alto de muerte de los niños embrionarios. Aproximadamente el 85% de los embriones implantados en el vientre de una mujer nunca nacen vivos. Este porcentaje no tiene en cuenta a los embriones que mueren en una placa de Petri, son desechados por ser de “mala calidad” o son congelados para su uso posterior pero no sobreviven el proceso de congelamiento o descongelamiento. El Papa Francisco se ha referido a este porcentaje de muertes en sus discursos contra la “cultura del desecho”, y es por ello que el Congreso ha prohibido el financiamiento federal para investigaciones que usan la FIV en los Institutos Nacionales de Salud desde 1995. También hay cada vez más evidencia que sugiere que los niños que nacen vivos tienen un riesgo mayor de sufrir defectos de nacimiento y ser fruto de nacimientos prematuros en comparación con otros niños. Y también hay un riesgo mayor para las mujeres, en especial para las que reciben dosis altas de hormonas que hacen que sus cuerpos produzcan muchos óvulos al mismo tiempo para el procedimiento. Estas mujeres, ya sea que sean “donantes” o den sus óvulos para tener su propio hijo, pueden padecer el síndrome de hiperestimulación ovárica, una afección que puede causar la falla de órganos e incluso la muerte. Hay familias que también han sufrido porque los embriones producidos en el laboratorio se han mezclado y se dieron a los padres equivocados, un abuso que se repite más de lo que la gente sabe (consulte “In Vitro Fertilization: The Human Cost” – sólo en Inglés – en www.bit.ly/IVFHumanCost).

Cuando otros senadores se enteraron de estos problemas, descartaron el proyecto de ley o prepararon enmiendas para resolver sus preocupaciones, lo que hizo que la senadora Murray denunciara sus objeciones como “un esfuerzo partidario por atacar la salud de la mujer” y declarara en el Senado que sus colegas desean “darle la espalda a estos veteranos heridos”.

El hecho es que los veteranos heridos, sus hijos y sus cónyuges, merecen algo mejor que la FIV. Esperemos que cada vez más políticos comprendan esto.



El Sr. Doerflinger es subdirector del Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Encontrará el material de los obispos “El Amor Vivificante En Una Era Tecnológica” y mucho más sobre sus esfuerzos pro vida en www.usccb.org/prolife.

 

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