Caitlin Thomas

7 de abril de 2017

Aunque el Domingo de la Divina Misericordia es una fiesta que se origina en la vida de dos santos del siglo XX, Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo Paul II, siempre recuerdo un hermoso relato sobre otro santo de siglos anteriores cuando pienso en el deseo incansable de Dios de perdonar nuestros pecados y sanarnos con su amor.

Cuando Santa Margarita María Alacoque comenzó a recibir visiones de Jesús sobre la devoción a su Sagrado Corazón, buscó un buen confesor para hablar sobre ellas y obtener guía espiritual. Ese sacerdote, el Padre  Claudio de la Colombière, le pidió una prueba de sus visiones: le dijo que le preguntara a Dios cuál había sido el último pecado por el que él había pedido perdón durante la confesión. Margarita María estuvo de acuerdo con su pedido y le preguntó a Jesús la siguiente vez que se le apareció.

Y, según cuenta el relato, Jesús respondió: "Lo he olvidado".

No sé si esta parte es cierta o solo una mejora poética sobre la vida de Santa Margarita María, una santa muy real. De todos modos, me encanta este relato porque me hace difícil olvidar la profundidad de la misericordia de Dios en el Sacramento de la Reconciliación: "Como el oriente está lejos del occidente así aleja de nosotros nuestras culpas" (Sal. 103,12)! Los Evangelios están llenos de un simbolismo aun más vívido que Jesús usa para resaltar su amor por los pecadores: las ovejas perdidas, la moneda perdida, el Hijo Pródigo. Todos estos relatos, de la Sagrada Escritura y de santos también, nos afirman el amor de Dios, un amor que adopta el nombre de la misericordia cuando hemos pecado y se convierte en un maravilloso "olvido" después de haber sido perdonados.

Al preparamos para regocijarnos en la Resurrección de Cristo en la Pascua y dar gracias por la misericordia de Dios en nuestras vidas una semana después, el Domingo de la Divina Misericordia, piensa en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia por todos los que participan de la destrucción de la vida humana. Recemos por su arrepentimiento y regreso al amor de Dios. A menudo, luchan con la culpa y siguen sufriendo mucho tiempo después de confesarse y pedir el perdón de Dios. A algunos incluso les cuesta sentir que son dignos de perdón. Pero nadie está más allá del perdón del Señor. Nadie está más allá del amor de un Dios que se hizo hombre y murió para expiar cada pecado, que nos busca a cada uno para darnos su amor y misericordia todos los días. Siempre debemos recordar este motivo para alegrarnos durante la Pascua, este motivo por el que celebramos una fiesta de misericordia.


Caitlin Thomas es asistente de personal para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para obtener oraciones y reflexiones del Domingo de Divina Misericordia, visite: www.usccb.org/about/pro-life-activities/prayers/divine-mercy-sunday-esp.cfm.