Maneras de dar fe a los que no tienen fe

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Maneras de dar fe a los que no tienen fe

Miriam G. Hidalgo, M.Ed.

La fe es la felicidad

Obviamente todos tenemos algo en común, algo que nos identifica en este mundo como personas creadas a imagen y semejanza de Dios.1  Primero, somos hijos de un mismo Dios, quien nos ha colocado en una casa común. Como dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica de Laudato Si, somos parte integral de una misma familia, la familia de Dios. Como bautizados tenemos una obligación con los demás, sobre todo con aquellos que desconocen esta realidad y se consideran un ente aparte. Lo que nos separa es nuestros orígenes, culturas, idiomas y una gama de tradiciones, pero al final, nuestro deseo es la felicidad felices, porque para eso nos ha creado Dios. Los jóvenes, especialmente, son bombardeados con mensajes de la felicidad falsa: drogas, sexo, dinero, belleza inalcanzable, poder, atención y mucho más. Mientras vivamos en este mundo nos parece que nunca alcanzaremos la perfecta felicidad, porque siempre tendremos luces y sombras que encontraremos en el camino. Pero la perfecta felicidad no se encuentra en la ausencia de conflicto y dolor, sino en el estar unidos a Dios. Aunque algunos han perdido la capacidad para reconocer esta verdad, nos toca aceptarlos, amarlos y respetarlos, no por lo que viven y hacen sino por lo que son, son nuestros hermanos y nos necesitan.

En el mejor de los casos, algunos tenemos más oportunidades de ver el mundo con más claridad, a través de una mejor preparación académica y una buena formación desde el hogar. Si conocemos a Cristo, lo podemos irradiar desde nuestro rostro y nuestra manera de hablar y actuar. Nunca tenemos que avergonzarnos de demostrarles a los demás que somos cristianos y que Dios habita en nosotros. Como dice La carta a los romanos 8:9, ésta es también una manera de evangelizar y de llevar a Cristo a los demás. No debemos avergonzarnos de bendecir la comida en lugares públicos, de hablar con los demás sobre nuestra fe y nuestra alegría en Cristo, de bendecir a los hijos delante de la gente, y más.

Todas las celebraciones comunes giran alrededor de la liturgia; tanto si son cumpleaños, aniversarios, celebraciones sacramentales, graduaciones o funerales etc. Son celebraciones que se viven dentro de la celebración litúrgica. Mi hermana, por ejemplo, no les celebra los cumpleaños a sus hijos, sino el aniversario del Bautismo. Con una cena, una torta y una oración de renovación bautismal, todos recordamos el día del Bautismo del niño, porque obviamente ese fue el día de su verdadero nacimiento en la fe. Los niños recordarán toda su vida cuando fueron bautizados, porque cada año se los recuerdan sus padres. El mensaje es que los niños recuerden su sacramento, mantengan esa tradición  el resto de su vida y nunca la pierdan.

Orar por y con los que no tienen fe

Mi madre es Legionaria de María, y es enviada a evangelizar en los hogares como Cristo envió a sus Apóstoles (Cf. Marcos 16:15). Tiene la oportunidad de visitar los hogares y ha compartido que lo que ha visto es que la mayoría de la gente se va alejando de Dios. La gente va perdiendo la mayor parte de su tiempo y vida, en los medios sociales y las telenovelas, recibiendo todos los antivalores de los demás. Muchos les compran a los hijos aparatos electrónicos para que ellos también se entretengan y no los interrumpan.

Muchos ya ya no saben rezar: ni los padres y mucho menos los hijos. Encontramos terreno fértil aquí para evangelizar, enseñándoles a rezar, y exhortándoles a que reciban los Sacramentos, si les falta alguno, y refiriéndolos al RICA, si es lo que necesitan, etc.

Es bueno rezar muchas novenas en las casas: a la Virgen de Guadalupe, al Señor de Esquipulas, a la Virgen de Altagracia, la novena de Pentecostés, celebrar las posadas navideñas y otras devociones populares que tienen un gran valor catequizador. Es ahí donde aprovechan el mejor momento para evangelizar y durante estas visitas a los hogares siempre Dios va obrando a través de ustedes, así tienen cada vez más nuevas familias que se van acercando a la Iglesia.

En otras palabras, orar con los no creyentes es una manera de pasarles la fe. Si esto no lo hace un ministro, entonces consideremos tomar la iniciativa en los momentos oportunos. En algunas situaciones, ya sea con amigos, con la familia, compañeros de trabajo, vecinos y con otros que necesiten nuestras oraciones en momentos de dificultad, solamente ofrecerles nuestras oraciones no es suficiente. Oremos con ellos.

Dentro y fuera de las parroquias

Vemos que la cibernética es el medio más usado por todos, especialmente los jóvenes. Aprovechémoslo como medio para evangelizar. Hay un sacerdote llamado Luis Toro, que es especialista en apologética y tiene un extraordinario conocimiento en las Sagradas Escrituras. Se puede decir que todo un experto en el conocimiento de la Biblia, y está ayudando a muchas personas a salir de su oscuridad, sobre todo a aquellos que han abandonado su fe católica. Ojalá tuviéramos más sacerdotes así, celosos de enseñar la fe y las buenas enseñanzas; (cf. 1 Timoteo 5:17). Es importante que cada uno sintamos la responsabilidad de dar a conocer la fe católica a los demás, para que todos conozcan su riqueza. Tenemos que estar presentes en todos los medios sociales y compartir el mensaje del amor de Cristo, la justicia y la paz: “Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos.”2 

He encontrado muchas parroquias con varios grupos apostólicos conectados a través de las redes electrónicas. Siempre se envían muchas oraciones, el evangelio del día, citas bíblicas para la reflexión, una oración antes de acostarse, etc. Lo interesante de estas redes de comunicación es que toman la oportunidad de reenviarles toda esta información a muchas personas que tal vez dejaron de ir a Misa o no practican ninguna fe. Hay muchos testimonios de personas que reciben el mensaje por estos medios y es a quienes les llega la luz por primera vez.

Recientemente, el proceso del V Encuentro3 les dio a muchos la oportunidad de ir a las periferias y encuestar a personas alejadas de la Iglesia. En mi experiencia, pude recopilar las siguientes razones: (1) Dios no ocupa el primer lugar en las vidas de estas personas, no lo ven como una prioridad, y poco practican los mandamientos de la ley de Dios (Cf.Ex. 20:2-3 y Mc. 12:29-30); además, (2) les falta una formación catequética en el hogar.

Por esta razón, no debemos dejar que los frutos del V Encuentro se pierdan. Tenemos que continuar buscando nuestros hermanos perdidos, especialmente a los jóvenes y ayudarles a conocer el amor de Jesús y cómo este puede transformar sus vidas y darles la verdadera felicidad.  Necesitamos continuar yendo donde ellos están: lugares de trabajo, en los supermercados, en los salones, en los deportes, escuelas, parques, las calles, y en todas partes. El mensaje del amor redentor de Dios se puede encontrar en esos lugares, ya sea las comunidades parroquiales o en pequeñas comunidades de fe.

Los jóvenes que formamos

Muchos de los jóvenes que entran a nuestras parroquias están allí obligados y tristemente ya tienen planes de dejar la fe cuando tengan la oportunidad de salir de la casa de sus padres. Unos lo hacen mucho antes y los padres ya no tienen el valor ni la energía para empujar u obligar a sus hijos a ir a la misa. Es cierto que hay muchos jóvenes sin fe en las calles, pero la realidad es que no tenemos que ir muy lejos de nuestras parroquias o familias para encontrarlos.

En muchas ocasiones, por diferentes razones, encontraremos jóvenes no creyentes entrando por las puertas de nuestras parroquias buscando un sacramento o simplemente acompañando a un amigo o pariente. Sea la razón que sea, éstas son oportunidades que no debemos perder para traer a Cristo a sus corazones. Cuando tenemos estas oportunidades, hay que actuar rápido y tomarlas. Esto incluye ser hospitalarios y no juzgarlos. Lo más importante es darles un ministerio dinámico y ofrecer espacios de oración y liturgia en que vivan la alegría del encuentro con el Cristo vivo. Los jóvenes por lo general casi siempre están dispuestos a responder inmediatamente a cualquier responsabilidad dentro de la iglesia cuando se les ofrece y forma en liderazgo. Nos urge darles la oportunidad de liderar porque ellos son el presente y futuro de la Iglesia.

Conclusión

En Marcos 2:16-17 leemos que Jesús comió con pecadores y cobradores de impuestos. Él respondió a los fariseos criticando su posición, “Los sanos no necesitan de médicos, sino los enfermos; Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.” Si realmente nos preocupamos por nuestros hermanos y hermanas jóvenes que han dejado la Iglesia, tenemos que buscarlos donde estén, compartir con ellos la alegría de Cristo, y acompañarlos en su jornada de fe.

No es fácil evangelizar, sobre todo en los tiempos que estamos viviendo dentro de la Iglesia católica, con las revelaciones de abuso sexual. Algo que nos puede ayudar es dejarle saber a todo el mundo (a través de nuestro testimonio de vida) que es sólo al conocer y amar a Cristo cuando logramos la verdadera felicidad. Todos queremos ser felices y Dios también quiere que seamos felices.

 

[1] Génesis 1:26

[2] Segundo Concilio Vaticano. Lumen Gentium, no. 33.

[3] https://www.VEncuentro.org

 

Miriam Hidalgo, M.Ed currently serves as the Director of Youth & Young Adult Ministry for the Office of Education, Evangelization & Catechesis of the Archdiocese of Hartford, CT; she was formerly the Director of Hispanic Catechesis. Miriam was born & raised in Providence, Rhode Island; her family is from Guatemala. She has a BA in Youth Ministry from Providence College and a Master's degree in Religious Education from Boston College. For more than fifteen years she has served in catechetical ministry and youth ministry at the parish and diocesan levels.