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Comunidades de Sal y Luz: Reflexiones sobre la Misión Social de la Parroquia

Year Published
  • 2015
Language
  • English

Comunidades de Sal y Luz: Reflexiones sobre la Misión Social de la Parroquia fue creado por dos comités de la conferencia: Domestic Social Policy y International Policy. Después que ambos comités lo repasaron y aprobaron, el documento fue aprobado por la Junta Administrativa en septiembre de 1993 y por los obispos católicos de los Estados Unidos durante su Reunión General en noviembre de 1993. El que firma ha dado su autorización para que Comunidades de Sal y Luz: Reflexiones sobre la Misión Social de la Parroquia sea publicado como una declaración de la National Conference of Catholic Bishops (NCCB).

Monseñor Robert N. Lynch
Secretario General
NCCB/USCC

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Edición Pastoral de la Biblia Latinoamericana, Ediciones Paulinas, Verbo Divino. Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, 1972. Se usan con permiso.

ISBN 1-55586-724-3

Copyright © 1994, United States Conference of Catholic Bishops, Inc., Washington, D.C. Todos los derechos están reservados. La parroquia o la escuela puede reproducir material de este libro para su uso solamente después de haber comprado una copia. El derecho de propiedad prohíbe que las diócesis reproduzcan cualquier sección del libro para distribuirlo a las parroquias o a las escuelas.

 

Contenido

  • Lecciones Aprendidas

    • Radiquen el Ministerio Social en la Fe

    • Respetando la Diversidad

    • Dirección: Párrocos, Juntas, Comités y Educadores

    • Vínculos a las Estructuras Diocesanas

    • Practique lo que Predica

    • Algunas Dificultades y Peligros


Nota introductoria: Estas reflexiones ofrecen materiales básicos para párrocos, líderes parroquiales y feligreses que desean fortalecer el ministerio social de la parroquia. Esta reflexión de los obispos no representa ninguna enseñanza nueva ni ningún programa nuevo. Más bien reúne los principios de nuestra enseñanza social y la experiencia pastoral local en una orientación general esquemática para el ministerio social de la parroquia. Esta declaración se complementa con un video acompañante y una guía de recursos, ambos en inglés (se pueden obtener de la USCCB Publishing), que han sido diseñados para ayudar a las parroquias a conocer y a explorar los aspectos prácticos de su misión social.


Introducción

La parroquia es donde vive la Iglesia. Las parroquias son comunidades de fe, de acción y de esperanza. Son donde se proclama y celebra el Evangelio, donde los creyentes se forman y se envían a renovar la tierra. Las parroquias son el hogar de la comunidad cristiana; son el corazón de nuestra Iglesia. Las parroquias son el lugar donde el pueblo de Dios encuentra a Jesús en la palabra y el sacramento y se ponen en contacto con el origen de la vida eclesial.

Una de las señales más prometedoras de que el Evangelio en acción está entre nosotros es la vitalidad y la calidad de los ministerios de justicia social en nuestras parroquias. Por todo el país, incontables comunidades locales de fe están al servicio de los necesitados, trabajando por la justicia y compartiendo nuestra enseñanza social como nunca antes. Millones de feligreses están aplicando el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia dentro de sus propias familias, trabajo y comunidades. Más y más, las dimensiones de justicia social de nuestra fe se están apartando de los márgenes de las parroquias para convertirse en una parte integral de la vida local católica.

Acogemos con satisfacción y aplaudimos el creciente reconocimiento de, y postura hacia, la misión social de la parroquia y de la acción que exige. Ofrecemos estas breves reflexiones para reafirmar y apoyar a los pastores y líderes parroquiales en esta tarea esencial y para dar ánimo a las parroquias a que tomen este reto con un compromiso, creatividad y urgencia renovada.

Durante la década pasada, hemos escrito importantes cartas pastorales sobre la paz y la economía social y publicado declaraciones pastorales sobre un número de asuntos importantes que afectan la vida y la dignidad humana. Pero hasta ahora no nos habíamos referido específicamente al papel crucial de las parroquias en el ministerio social de la Iglesia. Ofrecemos ahora estas palabras de apoyo, aliento y desafío porque estamos convencidos de que la parroquia local es el marco eclesial más importante para compartir y actuar sobre nuestro patrimonio social católico. Esperamos que estas reflexiones puedan ayudar a los párrocos, a los agentes pastorales, consejos parroquiales, comités sobre problemas sociales y otros feligreses a fortalecer las dimensiones de justicia social de su propia vida parroquial. Este enfoque en la misión social de la parroquia complementa y fortalece el llamado a evangelizar encerrado en nuestra declaración, Vayan y Hagan Discípulos: Plan y Estrategia Nacional para la Evangelización Católica en los Estados Unidos.

Ofrecemos un marco para la integración en lugar de un modelo específico o un nuevo programa nacional. Buscamos reafirmar y alentar una obligación y creatividad local parroquial en el ministerio social. Sabemos que los párrocos y líderes parroquiales no necesitan tener que promover otro programa o llenar más expectativas. Vemos las dimensiones parroquiales del ministerio social no como una carga adicional, sino como parte de lo que mantiene viva a la parroquia y la hace verdaderamente católica. El ministerio social efectivo ayuda a la parroquia no solamente a hacer más, sino a ser más—más reflexiva en el Evangelio, más piadosa evangelizadora, más fiel a la comunidad. Es una parte esencial de la vida parroquial.

No es éste un mensaje nuevo, pero toma una nueva urgencia en vista del aumento en la claridad y la fuerza de las enseñanzas sociales católicas y las señales de declinación del respeto por la vida y la dignidad humana en la sociedad. Predicamos el Evangelio de justicia y paz a un mundo que está cambiando rápidamente y a una nación disturbada. Nuestra fe se pone a prueba con la violencia, injusticia y confusión moral que nos rodea. En esta nación relativamente rica, un cuarto de nuestros niños menores de 6 años crecen en la pobreza.1 Cada año en nuestra nación, se destruyen 1.6 millones de niños antes de nacer con el aborto.2 Y cada día 40,000 niños mueren de hambre y sus consecuencias alrededor del mundo.3 En nuestras calles y vecindarios, la violencia destruye las esperanzas, sueños y vidas de demasiados niños. En nuestras comunidades locales, hay demasiados que no encuentran trabajo, casa, cuidado de la salud o educación decentes. En nuestras familias, los padres luchan por educar a sus hijos con dignidad, esperanza y valores básicos.

Nuestra fe se distingue notablemente entre estas terribles realidades. En una época de un individualismo desenfrenado, simbolizamos a la familia y la comunidad. En una época de un consumismo intenso, insistimos que lo que vale no es lo que tenemos, sino cómo nos tratamos unos a otros. En una época que no da valor a la permanencia en o a un esfuerzo diligente por mantener las relaciones, creemos que el matrimonio es para siempre y que los niños son una bendición, no una carga. En un tiempo de aislamiento creciente, recordamos a nuestra nación que es responsable por un mundo más amplio, por buscar la paz, por acoger a los inmigrantes, por proteger la vida de los niños que sufren y de los refugiados. En este tiempo en que los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres, insistimos que la prueba moral de nuestra sociedad consiste en cómo tratamos y cuidamos a los más débiles entre nosotros.

En estos días de desafíos, creemos que la comunidad católica necesita ser más que nunca la fuente de una visión moral clara y una acción efectiva. Estamos llamados a ser “la sal de la tierra” y la “luz del mundo” de acuerdo con las palabras de las Escrituras (Mt 5:13-16). Esta es una tarea para cada creyente y cada parroquia. No se le puede delegar a unos cuantos o simplemente delegarla a las estructuras diocesanas o nacionales. La búsqueda de la justicia y la paz es una parte esencial de lo que hace católica a una parroquia.

En los vecindarios urbanos, en las comunidades de los suburbios y en las áreas rurales, las parroquias sirven de ancla de esperanza y comunidades solícitas, ayudan a las familias a llenar sus propias necesidades y a extenderles la mano a otros, y sirven como centros de vida comunitaria y redes de ayuda.

 

Las Raíces de la Misión Social Parroquial

Las raíces de este llamado a la justicia y la caridad se encuentran en las Escrituras, especialmente en los profetas hebreos y en la vida y la palabra de Jesús. El ministerio social parroquial tiene claras raíces bíblicas.

En el Evangelio según Lucas, Jesús comienza su vida pública leyendo un pasaje de Isaías que introdujo su ministerio y la misión de cada parroquia. La parroquia debe proclamar el mensaje transcendental del Evangelio y ayudar a:

  • Anunciar “a los pobres la Buena Nueva” en una sociedad donde millones carecen de las necesidades para vivir.

  • Proclamar “la liberación a los cautivos” cuando tantos se encuentran oprimidos por la pobreza, la adicción, la ignorancia, discriminación, violencia o condiciones que incapacitan.

  • Dar “vista a los ciegos” en una cultura donde la búsqueda excesiva de poder o placer puede cegarnos espiritualmente a la dignidad y a los derechos de otros.

  • Dar “la libertad a los oprimidos” en comunidades donde el crimen, el racismo, la desintegración de la familia, y las fuerzas económicas y morales dejan a las gentes sin una verdadera esperanza (Lc 4:18).

Nuestras comunidades parroquiales se miden por cómo sirven “a los miembros más humildes” de nuestra parroquia y más allá de sus linderos—los hambrientos, los que no tienen casa, los enfermos, aquellos en prisión, el extranjero (Mt 25:31). Nuestras familias locales de fe están llamadas a “los que tienen hambre de sed y justicia” y a ser “trabajadores por la paz” en nuestras propias comunidades (Mt 5:6,9). Una parroquia no puede realmente proclamar el Evangelio si su mensaje no se encuentra reflejado en su propia vida comunitaria. El llamado bíblico a la caridad, justicia y paz reclama no sólo a cada creyente, sino también a cada comunidad donde los creyentes se reúnen para el culto, formación, y cuidado pastoral.

A través del último siglo, estos mandatos bíblicos han sido explorados y expresados de manera especial en la enseñanza social católica. El mensaje central es sencillo—nuestra fe es profundamente social. No podemos llamamos verdaderamente “católicos” si no oímos y prestamos atención al llamado de la Iglesia a servir a aquellos que están necesitados y a trabajar por la justicia y la paz. No podemos llamarnos seguidores de Jesús a menos que sigamos su misión de traer “la buena nueva a los pobres, la liberación a los cautivos y vista a los ciegos”.


La Iglesia enseña que la justicia social es una parte integral de la evangelización, una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio y una parte esencial de la misión de la Iglesia. Los vínculos entre la justicia y la evangelización son fuertes y vitales. No podemos proclamar un Evangelio que no vivimos, y no podemos llevar a cabo un verdadero ministerio social sin conocer al Señor y oír su llamado a la justicia y la paz. Las comunidades parroquiales deben demostrar por sus actos de amor y justicia que el Evangelio que ellos proclaman se cumple en sus actos. Esta tradición no es una teoría vana; reta a nuestras prioridades como nación, nuestras alternativas como Iglesia, nuestros valores como parroquia. Ha llevado a la Iglesia a aliarse con el pobre y vulnerable en contra del fuerte y poderoso. Trae consigo controversia y conflicto ocasional, pero también da vida y vitalidad al pueblo de Dios. Es un signo de nuestra fidelidad al Evangelio.

El centro de la enseñanza social de la Iglesia es la vida, dignidad y los derechos del ser humano. Estamos llamados de un modo especial a servir a los pobres y vulnerables, a construir puentes de solidaridad entre los pueblos de distintas razas y naciones, idiomas y habilidades, sexo y cultura. La vida familiar y el trabajo tienen sitios especiales en la doctrina social católica; los derechos del nonato, la familia, los trabajadores, inmigrantes y los pobres merecen una protección especial. Nuestra tradición también nos llama a demostrar nuestro respeto por el Creador cuidando a la creación y comprometiéndonos a trabajar por la justicia ambiental. Esta tradición vital es un recurso esencial de la vida parroquial. Brinda una estructura y dirección a nuestro ministerio social, llamándonos a trabajos concretos de caridad, justicia y paz.4


La Misión Social de la Parroquia: Un Sistema de Integración

Al responder a las Escrituras y a los principios de la doctrina social católica, las parroquias no están llamadas a una dimensión extra o adicional, sino a una demanda central de vida católica y evangelización. Reconocemos las abrumadoras demandas ocasionales que enfrentan los líderes y los recursos parroquiales. Sabemos que es más fácil escribir sobre estos retos que vivirlos día a día. Pero creemos que la misión social de la Iglesia es una medida esencial de cada comunidad parroquial, y que necesita mucha atención y apoyo dentro de nuestras parroquias.

Nuestras parroquias son extremadamente diversas—en dónde y a quién sirven, en sus estructuras y recursos, en sus miembros y sus líderes. Esta diversidad se refleja en el modo en que las parroquias dan forma a su ministerio social. La profundidad y el alcance de actividad es muy impresionante. A través de nuestro país, los feligreses brindan su tiempo, su dinero, y su dirección a una gran variedad de esfuerzos por llenar las necesidades y cambiar las estructuras. Las parroquias están intensamente involucradas en satisfacer las necesidades de sus miembros, en servir al hambriento y al que no tiene hogar, acoger al extranjero y al inmigrante, ayudar a las familias que tienen problemas, en abogar por normas públicas justas, organizando comunidades más seguras y mejores, y trabajar con creatividad por un mundo más pacífico. Nuestras comunidades y ministerios se han visto grandemente enriquecidos y fomentados por la fe y la sabiduría de los feligreses que sufren injusticias y aquellos que trabajan por una mayor justicia.

Ha habido tremendo desarrollo en la educación, alcance, apoyo y organización de las parroquias. Desde albergues para los que no tienen hogar a servicios de oración, desde despensas de alimentos a redes legislativas, desde programas de educación global y organización del vecindario, las parroquias están respondiendo. Pero en algunas parroquias, las dimensiones de justicia social de la vida parroquial todavía se descuidan, no se desarrollan lo suficiente o llegan sólo a unos cuantos feligreses.

Tenemos mucho que aprender de aquellas parroquias que dan el ejemplo haciendo del ministerio social una parte integral del ministerio y la evangelización parroquial. Necesitamos edificar comunidades locales de fe donde la doctrina social es central, no marginal; donde el ministerio social es integral, no opcional; donde es la tarea de cada creyente, no sólo la misión de unas cuantas personas comprometidas y de comités.

Para demasiados feligreses, nuestra doctrina social es una tradición desconocida. En demasiadas parroquias, el ministerio social es la tarea de unos cuantos, pero no un reto a toda la comunidad parroquial. Creemos que estamos empezando a realizar nuestro potencial como comunidad de fe comprometida a servir a aquellos necesitados, y a trabajar por una justicia mayor.

Las parroquias que son líderes en esta área ven al ministerio social no como un ministerio especializado, sino como una parte integral de toda la parroquia. Entrelazan la misión católica entre todos los aspectos de la vida parroquial—el culto, la formación y acción. Siguen una estrategia de integración y colaboración que impide que el ministerio social se aísle o descuide.

Un sistema de integración pudiera incluir los siguientes elementos.

Asegurando el Ministerio Social: Oración y Culto

El marco más importante para la doctrina social de la Iglesia no radica en una despensa de alimentos ni en la cámara de un comité legislativo, sino en la oración y el culto, especialmente reunidos en torno al altar para recibir la Eucaristía. Es en la liturgia que encontramos la dirección, motivación y fuerza básica para el ministerio social. El ministerio social que no tenga sus raíces verdaderas en la oración puede fácilmente apagarse por sí mismo. Por otra parte, el culto que no refleje la llamada del Señor a la conversión, servicio y justicia puede convertirse en un ritual piadoso y desprovisto del Evangelio.

Apoyamos nuevos esfuerzos para integrar la liturgia y la justicia, para aclarar que somos una sola persona unidos en la fe, el culto y los trabajos de caridad y justicia. Necesitamos ser una Iglesia que ayuda a los creyentes a reconocer a Jesús cuando compartimos el pan y en aquellos que no tienen pan. La Eucaristía, la penitencia, confirmación y otros sacramentos tienen dimensiones sociales fundamentales que deben reflejarse adecuadamente en el modo en que celebramos, predicamos y oramos. Aquellos que planean y presiden nuestro culto pueden ayudar a la comunidad parroquial a entender más claramente las raíces espirituales y bíblicas de nuestra búsqueda de la justicia sin alterar o abusar de la liturgia.

Nuestro ministerio social debe fundarse en la oración, donde descubrimos las profundidades del llamado de Dios a buscar justicia y paz. En la oración personal, la lectura de las Escrituras, y la reflexión callada sobre la vocación cristiana, descubrimos la misión social de cada creyente. En servir a los necesitados, servimos al Señor. En buscar justicia y paz, damos testimonio del reino de Dios entre nosotros. En la oración encontramos las razones, la fuerza, y el llamado a seguir a Jesús por los caminos de la caridad, justicia y paz.

Compartiendo el Mensaje: Prédica y Educación

Estamos llamados a compartir nuestra doctrina social más eficazmente en nuestras parroquias de lo que hemos estado haciendo. Nuestra doctrina social es una parte integral de nuestra fe; debemos transmitirla clara, creativa y consistentemente. Es un asombroso recurso espiritual, intelectual y pastoral que ha sido muy poco conocido o apreciado aún dentro de nuestra propia comunidad.

La prédica que refleja las dimensiones sociales del Evangelio es indispensable. Los sacerdotes no deben ni necesitan imponer un programa sobre la liturgia para predicar sobre la justicia. Más bien, exhortamos a aquellos que predican a que no ignoren las oportunidades regulares que ofrece la liturgia de conectar nuestra fe con nuestras vidas cotidianas, de compartir valores bíblicos con la justicia y la paz. Semana tras semana, día tras día, el leccionario llama a la comunidad a reflexionar sobre el mensaje de las Escrituras sobre justicia y paz. El púlpito no es una plataforma de proselitismo, y tratar de convertirlo en una sería una equivocación, pero la predicación que ignore las dimensiones sociales de nuestra fe no refleja verdaderamente el Evangelio de Jesucristo.

Nuestra doctrina social también debe ser una parte esencial del currículo y la vida de nuestros colegios, programas de educación religiosa, preparación sacramental y actividades de iniciación cristiana. Necesitamos compartir y celebrar nuestro patrimonio social común como católicos, desarrollando materiales, instrumentos de entrenamiento que aseguren que estamos compartiendo nuestra enseñanza social en todos los ministerios educacionales de nuestras parroquias. Cada parroquia debe evaluar regularmente lo bien que se comparte nuestra enseñanza social en sus ministerios de formación y educación.

Apoyando la ‘‘Sal de la Tierra’’: Familia, Trabajo, Ciudadanía

Nuestras parroquias están claramente llamadas a ayudar a las personas a vivir su fe en el mundo, ayudándolas a entender y actuar sobre las dimensiones sociales del Evangelio en sus vidas diarias. Las declaraciones nacionales, estructuras diocesanas o comités parroquiales pueden ser útiles pero no sirven de sustituto para las elecciones y compromisos diarios de los creyentes—actuando como padres, trabajadores, estudiantes, dueños, inversionistas, defensores, hacedor de normas y ciudadanos.

Por ejemplo, se llama a las parroquias a apoyar a sus miembros en:

  • Hacer y sostener matrimonios de calidad, fidelidad, igualdad y permanencia en una época donde no se da valor al compromiso o trabajo diligente en las relaciones.

  • Criar familias con los valores del Evangelio en una cultura donde el materialismo, el egoísmo y los prejuicios todavía dan forma a mucho en nuestras vidas.

  • Ser un buen vecino, acogiendo a los recién llegados e inmigrantes, tratando a las gentes de diferentes razas, grupos étnicos y nacionalidades con respeto y bondad.

  • Viéndose como evangelizadores que reconocen el vínculo inquebrantable entre difundir el Evangelio y trabajar por la justicia social.

  • Tratando a los compañeros de trabajo, clientes y competidores con respeto e imparcialidad, demostrando iniciativa económica y practicando justicia.

  • Trayendo integridad y excelencia al servicio público y las responsabilidades de la comunidad, buscando el bien común, respetando la vida humana y promoviendo la dignidad humana.

  • Suministrando dirección en los sindicatos, grupos comunitarios, asociaciones profesionales y organizaciones políticas en una época en que el cinismo e indiferencia van en aumento.

Para resumir, nuestras parroquias necesitan alentar, apoyar y sostener a los laicos a vivir su fe en la familia, el vecindario, el mundo de los negocios y el campo público. Son las mujeres y hombres laicos, colocando sus gracias al servicios de otros (1 Pe 4:10), los que serán los primeros instrumentos de Dios para renovar la tierra con su dirección y lealtad en la comunidad. El trabajo más desafiante a favor de la justicia no se hace en los comités de la Iglesia, sino en el mundo seglar de trabajo, vida de familia, y ciudadanía.

Sirviendo a ‘‘los más pequeños’’: Alcance y Caridad

Las parroquias están llamadas a acoger a los dolientes, al pobre, y al vulnerable entre nosotros en actos concretos de caridad. Así como el Evangelio nos dice que nuestras vidas serán juzgadas por nuestra respuesta a “los más pequeños”, así también nuestras parroquias deben ser medidas por su ayuda al hambriento, al desamparado, al que tiene problemas y al alienado—en nuestra propia comunidad y más allá de ella. Esta es un área de creatividad e iniciativa con una gran variedad de programas, asociaciones con las Caridades Católicas, y común esfuerzo con otras Iglesias. Miles de despensas de alimentos, cientos de albergues e incontables programas de alcance a familias pobres, refugiados, ancianos, y otros necesitados son una parte integral de nuestra vida parroquial. La parroquia es el lugar más significativo donde nuevos inmigrantes y refugiados son bienvenidos a nuestra Iglesia y comunidad. Una Iglesia que enseña una alternativa al pobre debe reflejar esa alternativa en su servicio al necesitado. Los esfuerzos parroquiales por satisfacer las necesidades humanas también brindan experiencia, competencia y credibilidad valiosa en abogar por normas públicas dirigidas a los poderes responsables por que las personas necesiten de nuestra caridad.

La enseñanza católica nos llama a servir a los que están necesitados y a cambiar las estructuras que les niegan a las personas su dignidad y derechos como hijos de Dios. Servicio y acción, caridad y justicia son componentes complementarios del ministerio social parroquial. Ninguno es suficiente por sí solo; ambos son signos esenciales del Evangelio en acción. Una parroquia que tome en serio su ministerio social ofrecerá oportunidades de servir a los necesitados y de apoyar la justicia y la paz. Estas no son prioridades en competencia, sino dos dimensiones de la misma misión fundamental de proteger la vida y la dignidad del ser humano.

Promoviendo la Justicia: Acción Legislativa

Las parroquias necesitan promover un sentido renovado de responsabilidad política llamando a los católicos a ser ciudadanos informados y activos, participando en el debate sobre los valores y la visión que guía a nuestras comunidades y nación. Las parroquias como instituciones locales tienen oportunidades especiales de desarrollar líderes, de promover la ciudadanía y de ofrecer foros para el diálogo y la acción sobre asuntos públicos. Los líderes religiosos necesitan actuar en los asuntos públicos con cierta modestia, sabiendo que la fe no sustituye a los hechos, que los valores deben aplicarse a situaciones reales y complejas, y que las personas de una fe común y de buena voluntad pueden estar en desacuerdo sobre datos específicos. Pero los feligreses están llamados a usar sus talentos, los recursos de nuestra fe y las oportunidades de esta democracia para moldear una sociedad que tenga más respeto a la vida, la dignidad y los derechos del ser humano. Las parroquias pueden ayudar a elevar la dimensión moral y humana de los asuntos públicos, llamando al pueblo a tomar una participación informada en el proceso político.

Las voces de los feligreses necesitar ser oídas en nombre de los niños vulnerables, nacidos y nonatos, en nombre de aquellos que sufren discriminación e injusticias, en nombre de aquellos sin cuidado de salud o sin hogar, en nombre de nuestra tierra y de nuestra agua, nuestras comunidades y vecindarios. Los feligreses necesitan traer nuestros valores y visión a los debates sobre el mundo y las prioridades nacionales cambiantes. Las parroquias y los feligreses están encontrando maneras diversas de ser políticos sin ser partidistas, afiliándose a redes legislativas, organizaciones comunitarias y otros grupos defensores. En los años de elección, las parroquias ofrecen inscripción de votantes, educación y foros no partidistas para involucrar e informar a sus miembros. Este tipo de genuina responsabilidad política da fuerza a nuestras comunidades locales a la vez que enriquece el testimonio de nuestras parroquias.

Creando Comunidad: Organizándonos para la Justicia

Muchas parroquias se están uniendo con otras Iglesias y grupos para reconstruir un sentido de comunidad en sus propios barrios y pueblos. Los líderes parroquiales están haciendo tiempo para escuchar las inquietudes de sus miembros y están organizándose para actuar sobre estas inquietudes. Este tipo de organizaciones comunitarias y con base en la Iglesia están produciendo diferencias en las viviendas, el crimen, la educación y los asuntos económicos en las comunidades locales. La participación parroquial en esos esfuerzos comunitarios desarrolla líderes, ofrece pretextos concretos para tratar con asuntos claves y edifica la capacidad de la parroquia para actuar sobre nuestros valores.

La Campaña para el Desarrollo Humano ha brindado recursos vitales a muchas organizaciones de esfuerzo propio dándoles poder a los pobres para que busquen mayor justicia. El apoyo y la participación de la parroquia en estas organizaciones ayudan a poner en acción a la doctrina social católica y a revitalizar las comunidades locales.

Construyendo Solidaridad: Más Allá de los Límites Parroquiales

Las parroquias están llamadas a ser comunidades de solidaridad. La doctrina social católica más que nada insiste en que somos una familia; nos llama a vencer las barreras de la raza, religión, etnicidad, sexo, situación económica y nacionalidad. Somos ... uno en Jesucristo (Gal 3:28)—más allá de nuestras diferencia y linderos.

Las parroquias necesitan ser constructores de puentes, recordándonos que somos parte de la Iglesia universal con lazos de fe y humanidad que nos unen a los hermanos y hermanas por todo el mundo. Programas de hermanamiento, apoyo a los Servicios de Ayuda Católica, esfuerzos misioneros, migración y actividades para refugiados, y otros ministerios globales son señales de solidaridad en un mundo que se encoge y que sufre. La defensa de los derechos humanos, el desarrollo y la paz por medio de redes legislativas, y otros esfuerzos también son señales de una fe sin límites y una parroquia que toma seriamente sus responsabilidades sociales. Una prueba clave del “catolicismo” de una parroquia es su buena voluntad de ir más allá de sus confines a servir a aquellos que lo necesitan y a trabajar por la justicia global y la paz. Trabajando con otros a favor de fines comunes que cruzan líneas religiosas, raciales, étnicas y demás es otra señal de solidaridad en acción.

Esperamos que estos siete elementos de la misión social de parroquias puedan servir como el esqueleto para planear y evaluar el ministerio social parroquial. Los recursos más prácticos que acompañan a estas reflexiones pudieran brindar alguna ayuda y asistencia en satisfacer estos retos. Las estructuras nacionales y diocesanas tienen materiales, recursos y personal para ayudar a las parroquias a evaluar y fortalecer su ministerio social.

 

Lecciones Aprendidas

Muchas parroquias han encontrado que su vida comunitaria se ha enriquecido y fortalecido con los esfuerzos serios de integrar más completamente las dimensiones de justicia social de nuestra fe. También han aprendido algunas lecciones.

Radiquen el Ministerio Social en la Fe

La acción social parroquial debe emanar claramente de nuestra fe. Es Jesús quien nos llama a esta tarea. El ministerio social es una expresión de quiénes somos y en qué creemos; debe estar anclado en las Escrituras y en las enseñanzas de la Iglesia. Con los ojos de la fe, vemos a cada “bebé crack” o persona con SIDA, a cada refugiado haitiano o inmigrante salvadoreño, a cada víctima de discriminación injusta, y a cada persona combatiendo una adicción como un hijo de Dios, un hermano o hermana, como Jesús disfrazado. No son éstos simples problemas sociales, dificultades económicas, o asuntos políticos. Son tragedias morales y pruebas religiosas. El ministerio social parroquial es ante todo un trabajo de fe.

La misión social de la parroquia empieza con el llamado del Evangelio a la conversión, a cambiar nuestros corazones y nuestras vidas, a seguir por el camino de la caridad, justicia y paz. La parroquia es el lugar donde debemos oír regularmente el llamado a la conversión y encontrar ayuda en responder al llamado del Señor a expresar nuestra fe en actos concretos de caridad y justicia.

Respetando la Diversidad

Somos una comunidad de fe diversa—racial, étnica, económica e ideológicamente. Esta diversidad debe ser respetada, reflejada y celebrada en nuestro ministerio social. Por ejemplo, lo que funciona en una parroquia principalmente afro-americana en un barrio urbano puede no ser adecuado para una congregación principalmente blanca o rural. Los asuntos, enfoques y estructuras pueden variar, pero nuestros valores comunes nos unen. Las coaliciones de justicia social a través de líneas raciales, étnicas y geográficas pueden ser una gran señal de la unidad del cuerpo de Cristo.

Dirección: Párrocos, Juntas, Comités y Educadores

Mientras que buscar la justicia social es una tarea para cada creyente, el fortalecimiento del ministerio social parroquial depende de las habilidades y el compromiso de los líderes de cada parroquia en particular. Los párrocos y los sacerdotes de la parroquia tienen responsabilidades especiales de apoyar el ministerio integral social. Con sus prédicas, participación y prioridades, ellos enseñan lo que es y no es importante. Pueden aclarar que la justicia social es la misión de toda la parroquia, no la preocupación de unos cuantos. Están llamados a enseñar la auténtica doctrina social de la Iglesia universal.

Otros miembros del personal y líderes de la parroquia juegan papeles cruciales en moldear la calidad del ministerio social de la parroquia. Los consejos parroquiales en sus importantes funciones de planificación y de asesoramiento pueden ayudar a colocar al ministerio social en el centro de la vida parroquial. Las juntas pueden ser un medio de colaboración e integración, uniendo a la liturgia, formación, alcance y acción a un sentido de misión común. Las juntas pueden jugar un valioso papel en evaluar los esfuerzos actuales, fijando prioridades para el futuro y construyendo puentes entre los ministerios parroquiales.

Muchas parroquias tienen comités especiales enfocando las inquietudes sociales. Estas estructuras pueden jugar papeles cruciales en ayudar a la comunidad parroquial a actuar sobre las dimensiones de justicia social de su misión en general. Algunas parroquias tienen miembros del personal que coordinan los esfuerzos del ministerio social. Este es un desarrollo prometedor. Estos comités y coordinadores sirven mejor a sus parroquias al facilitarles y hacerles posible la participación de la comunidad parroquial, y no simplemente al hacer el trabajo en nombre de la parroquia.

Los educadores en las escuelas parroquiales, educación religiosa y esfuerzos de formación tienen la responsabilidad especial de compartir nuestra tradición de justicia social como una parte integral de nuestra fe. Ellos moldean a los líderes del futuro y con sus enseñanzas y ejemplo comparten la dimensión social de nuestra fe católica. Líderes creativos y competentes—clérigos y seglares, profesionales y voluntarios—son indispensables para lograr un ministerio social parroquial efectivo. Merecen más ayuda, aliento, apoyo económico e instrumentos que los ayuden a cumplir con estos papeles tan exigentes. Esfuerzos de dirección, desarrollo y capacitación continuado ayudan a las parroquias a fortalecer su capacidad de ministerio social.

Vínculos a las Estructuras Diocesanas

No hay ninguna parroquia que pueda funcionar sola. Los líderes parroquiales a menudo acuden a otras parroquias y estructuras diocesanas de justicia social para solicitar ayuda en el cumplimiento de sus responsabilidades. Casi todas las diócesis tienen estructuras de justicia social que ofrecen recursos y entrenamiento a las parroquias. Estas estructuras son diversas, incluyendo comisiones de justicia y paz, oficinas de acción social, esfuerzos para el depósitos de fondo y educación de la Campaña de Desarrollo Humano, oficinas de vida rural, y programas de ministerios sociales parroquiales de las Caridades Católicas. Otros grupos diocesanos ofrecen también oportunidades de servicio y acción a las parroquias, por ejemplo, las Damas Católicas, la Sociedad de San Vicente de Paul, las Damas de la Caridad, apoyo ecuménico y esfuerzos de auxilio. Muchas diócesis ofrecen “agarraderas” específicas para acción parroquial—redes legislativas, trabajo en asuntos o necesidades específicas, reuniendo a los líderes parroquiales, ofreciendo programas educacionales que coordinen extensión, etc. En su mayoría, las parroquias no pueden proceder solas en esta área.

Está bien claro que la acción social diocesana sólo puede ser efectiva si construye capacidad parroquial. Los buenos vínculos entre los esfuerzos diocesanos y los parroquiales son indispensables.

Practique lo que Predica

También necesitamos tratar de practicar en nuestras propias parroquias lo que predicamos a otros sobre justicia y participación. Demasiado a menudo somos mejores hablando sobre justicia que demostrando la misma, estamos más comprometidos a estos valores en abstracto que en nuestro ministerio diario. Reconocemos esto no para minimizar nuestro esfuerzo común, sino para reconocer lo que nos falta aún antes de poder cerrar la brecha entre nuestros principios y nuestra acción.

Un cuidado pastoral sensitivo, competente y compasivo es una expresión de justicia. Los planes y prioridades parroquiales—así como el uso de las facilidades de la parroquia—que reflejan la misión social de la Iglesia son expresiones de justicia. Invertir los recursos de la parroquia en la justicia social y darle poder al pobre son también expresiones de justicia. Políticas justas para los empleados, sueldos justos, y los esfuerzos por igual oportunidad son expresiones de justicia. Respetando y respondiendo a la diversidad cultural y étnica de las comunidades que servimos es una expresión de justicia. Reconociendo las contribuciones y acogiendo la participación de todos los miembros de la parroquia no importa cuál sea su raza, sexo, etnicidad, nacionalidad o incapacidad. Estos son elementos integrales de las parroquias que buscan justicia.

Algunas Dificultades y Peligros

Al reflexionar sobre la misión social de la parroquia, las oportunidades parecen estar claras. Así también algunas de las dificultades. Un peligro es la tendencia de aislar el ministerio social, restringirlo a los márgenes de la vida parroquial. Otro es que los líderes de acción social se aíslen, tratando a la parroquia como blanco en lugar de una comunidad a servir y habilitar.

Otro peligro es un partidismo potencial, la tentación de tratar de usar a la parroquia para objetivos políticos inapropiados. Necesitamos asegurar que nuestra fe moldee nuestra acción política, no al revés. No podemos olvidar que buscamos el reino de Dios, no una visión terrenal o causa ideológica.

Un reto significativo es el evitar las divisiones, hacer énfasis en las bases comunes entre el servicio social y la acción social, la educación y la promoción, pro-vida y justicia social, desarrollo económico y compromiso ambiental. Necesitamos trabajar juntos para reflejar una preocupación total por el ser humano en nuestra parroquia.

Otro peligro es tratar de hacer demasiado sobre demasiados asuntos sin prioridades claras y un plan efectivo de acción. No todos pueden hacerlo todo, pero la parroquia debe ser un signo de unidad en la búsqueda de una preocupación consistente por la vida y la dignidad humana.

El peligro final y más serio es que los líderes parroquiales actúen como si el ministerio social de la Iglesia fuera la responsabilidad de otro. Cada creyente está llamado a servir a los necesitados, a trabajar por la justicia y a buscar la paz. Cada parroquia tiene la misión de ayudar a sus miembros a actuar con respecto a su fe en el mundo.

 

Palabra Finales de Apreciación, Apoyo y Reto

Cerramos estas breves reflexiones con una palabra de apoyo y aliento a los párrocos y líderes parroquiales. El ministerio social de la Iglesia no es sólo otra carga, otro juego de expectaciones para hacernos sentir mal, aunque en estos días de tanta exigencia a veces nos puede parecer así.

El ministerio social ya es parte de nuestro ministerio y dirección. Esperamos que estas reflexiones lo ayuden a usted y a aquellos con quien trabaja a explorar cómo cumplir mejor su parte en la misión de su parroquia. ¿Qué está ya en acción? ¿Qué se puede desarrollar más? ¿Qué necesita más atención? ¿Cómo pueden nuestras parroquias, dado su tiempo y recursos limitados y otras obligaciones, compartir y actuar mejor con respecto a las exigencias del Evangelio hacia la justica social?

La comunidad católica ha estado progresando constantemente en esta área. Buscamos edificar estos logros y compartirlos. Sabemos por experiencia que las parroquias que envigorizan su ministerio social enriquecen todos los aspectos de la parroquia, traen más vida y vitalidad, mayor riqueza y comunidad a toda la familia de fe.

Ofrecemos nuestra gratitud y admiración a aquellos que dirigen y ayudan a nuestras parroquias a actuar en su misión social. Prometemos nuestro apoyo a aquellos que persigan este importante reto con nuevo compromiso y energía.

En el Evangelio leímos cómo los seguidores de Juan Bautista fueron a Jesús y le preguntaron, “¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?” Jesús respondió en esta forma, “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva”.

Estas siguen siendo los signos de Cristo entre nosotros—las parroquias por todo el país que, en sus propias maneras, están cuidando a los enfermos, abriendo ojos y oídos, ayudando a la vida a vencer a la muerte, y predicando la Buena Nueva a los pobres.

Hoy, más que nunca, nuestras parroquias están llamadas a ser comunidades de “sal” y “luz”, a ayudar a los creyentes a vivir la fe en sus familias, comunidades, trabajo y mundo. Necesitamos parroquias que no “pierdan su sabor” ni pongan su “luz bajo una cesta”. Buscamos hacer comunidades evangelizadoras de fe, justicia y solidaridad, donde todos los creyentes se vean movidos a llevar el amor, la justicia y paz de Dios a un mundo que necesita desesperadamente la sazón del Evangelio y la luz de la enseñanza católica.

 

Notas

  1. Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Oficina del Censo, 1990.
  2. Instituto Alan Guttmacher, 1991.
  3. UNICEF, Estado de los Niños del Mundo, 1992.
  4. Para un estudio más extenso de la doctrina social católica, véase A Century of Social Teaching: A Common Heritage; A Continuing Challenge. A Pastoral Message of the Catholic Bishops of the United States on the 100th Anniversary of “Rerum Novarum” (Washington, D.C.: USCC Office for Publishing and Promotion Services, 1990).

 

... [C]reemos que la misión social de la Iglesia es una medida esencial de cada comunidad parroquial. ... Necesitamos edificar comunidades locales de fe donde la doctrina social sea central, no marginal; donde el ministerio social es integral, no opcional; donde es la tarea de cada creyente, no sólo la misión de unas cuantas personas comprometidas y de comités (Comunidades de Sal y Luz).

Las siguientes preguntas han sido basadas sobre el sistema para integrar el ministerio social por toda la vida parroquial contenido en Comunidades de Sal y Luz. Están diseñadas para ayudar a los pastores, consejos parroquiales, al personal, comités, y otros grupos a reflexionar sobre el ministerio social de su parroquia. Ofrecen la oportunidad de hacer una evaluación general que identifique los puntos fuertes y débiles de sus esfuerzos por integrar nuestra misión social a los distintos aspectos del ministerio parroquial. Esta evaluación general puede llevar a diálogos adicionales entre las personas responsables por cada área del ministerio, usando los siguientes implementos individuales de planificación.

Asegurando el Ministerio Social: Oración y Culto

  1. ¿Cómo refleja nuestro culto parroquial la llamada de Cristo a la conversión, al servicio, y a trabajar por la justicia?

  2. Durante la liturgia, ¿de qué modo se refleja regularmente el llamado del Evangelio de hacer la paz, trabajar por la justicia, y cuidar de los pobres en nuestras intercesiones, en las homilías, en nuestras celebraciones en días de fiesta especiales y durante los días festivos y otros momentos apropiados?

  3. ¿Cómo nos ayuda nuestra celebración de los sacramentos a renovar nuestro compromiso a la reconciliación en el transcurso de nuestras vidas y el dedicarnos de nuevo al mensaje de Jesús de amor y justicia, especialmente hacia los necesitados?

  4. ¿Qué oportunidades para la oración, el estudio de las Escrituras y la reflexión sobre nuestra vocación cristiana nos ofrece nuestra parroquia? ¿Cómo se incorpora nuestra misión social a esas actividades?

  5. ¿De qué manera se arraigan claramente nuestros esfuerzos por el ministerio social en las Escrituras y la espiritualidad y se unen con la liturgia y la oración?

Compartiendo el Mensaje: Prédica y Educación

  1. ¿Con qué eficacia refleja la predicación en nuestra parroquia las dimensiones sociales de nuestra fe?

  2. ¿De qué modo se ha integrado nuestro rico patrimonio de doctrina social católica al plan de estudios de nuestra escuela?
    • ¿a nuestro programa de educación religiosa?

    • ¿a nuestro programa de preparación sacramental?

    • ¿a nuestro ministerio de iniciación cristiana?

    • ¿a nuestra continuada formación y enriquecimiento religioso de adultos?

Apoyando la “Sal de la Tierra”: Familia, Trabajo, Ciudadanía

  1. Mantener un matrimonio cristiano y amoldar la vida familiar alrededor de los valores del Evangelio puede ser difícil en nuestra cultura. ¿Qué apoyo concreto y práctico le ofrece nuestra parroquia a

    • parejas casadas y a aquellas preparándose para el matrimonio (consejos, retiros, pequeñas comunidades de fe)?

    • los padres (talleres sobre cómo desarrollar la calidad de la paternidad/ maternidad)?

  2. Una importante oportunidad de vivir nuestra fe es a través de nuestro trabajo, en las decisiones y acciones de cada día, en la forma en que tratamos a nuestros compañeros de trabajo y clientes. ¿Cómo apoya nuestra parroquia a sus miembros en el ejercicio de los valores cristianos en el trabajo?

  3. ¿De qué manera dan liderazgo los feligreses a los sindicatos de trabajadores, grupos comunitarios, asociaciones profesionales y organizaciones políticas? ¿Cómo los apoya nuestra parroquia a desempeñar su liderazgo al vivir su fe?

Sirviendo a “los Más Pequeños”: Alcance y Caridad

  1. ¿En qué forma sirve nuestra parroquia a los necesitados?

  2. ¿Cómo se enteran los feligreses de estas oportunidades de prestar servicio y acción?

  3. ¿Con qué efectividad hemos incluido a nuestra comunidad parroquial en nuestros esfuerzos de ministerio social?

  4. ¿Qué orientación brindan nuestros programas de servicio a nuestros esfuerzos parroquiales de promoción—de cambiar las condiciones que producen pobreza y sufrimiento?

Promoviendo la Justicia: Acción Legislativa

  1. ¿Cómo ayuda nuestra parroquia a mantener mejor informados a los feligreses sobre asuntos de política pública que afectan al pobre y vulnerable?

  2. ¿Cómo alentamos a nuestros miembros a ser ciudadanos más activos, ejerciendo su derecho a votar y participar en la vida pública?

  3. ¿Qué oportunidades ofrece nuestra parroquia a los feligreses para hablar y obrar activamente en el campo público en nombre del pobre e indefenso, para llevar nuestros valores a los debates sobre políticas y prioridades locales, nacionales e internacionales?

  4. ¿Cuán eficazmente hemos incorporado a nuestra parroquia en esfuerzos para promover la justicia?

Creando Comunidad: Organizándonos para la Justicia

  1. ¿Qué organizaciones comunitarias existen en nuestra comunidad local o diócesis?

  2. ¿En qué forma participa o apoya nuestra parroquia esos esfuerzos?

Construyendo Solidaridad: Más Allá de los Límites Parroquiales

  1. ¿De qué manera le informa nuestra parroquia a nuestros miembros sobre las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, especialmente las de los pobres y vulnerables en otros países?

  2. ¿Qué contactos tiene nuestra parroquia con el pueblo, las parroquias y otros grupos alrededor del globo?

  3. ¿Qué oportunidades nos ofrece nuestra parroquia para actuar solidariamente en asuntos y necesidades internacionales?