Introducción al Plan Pastoral

Hijos e Hijas de la Luz: Plan Pastoral para el Ministerio con Jóvenes Adultos
12 noviembre, 1996, United States Conference of Catholic Bishops.



"Hijos e Hijas de la Luz..."

Ustedes son luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro. No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Así, pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos. (Mateo 5:14-16)

Por Qué Emitimos Este Plan

En cada edad, Jesucristo es la luz para todas las naciones (Lumen Gentium, 1) y los hombres y mujeres cristianos son llamados a reflejar la luz de Cristo para así, ser la "luz" del mundo. Para reflejar la luz de Cristo se requiere tener madurez en la fe y deseo de vivir cotidianamente esta fe dentro de la sociedad. Nos unimos al Santo Padre afirmando la dignidad fundamental de esa juventud adulta, hombres y mujeres—de dieciséis a treinta y nueve años de edad—como "hijos e hijas de la luz". Sin embargo, muchos jóvenes adultos nos manifiestan que ellos enfrentan situaciones mucho más difíciles y complejas y que necesitan la ayuda de la comunidad cristiana católica para ser esta "luz".

Nos hablan acerca de los cambios en la vida familiar, en la vida eclesial, en los valores de la sociedad y en los lugares donde viven. Ellos recalcan que éstos, conjuntamente con los adelantos tecnológicos en el campo de la comunicación y de la medicina, les presentan problemas nuevos y diferentes, los cuales exigen respuestas nuevas y diferentes. Nosotros los obispos reconocemos estos cambios y nos damos cuenta que, unidos, tenemos la obligación de responder a ellos en la Iglesia si deseamos compartir la fe con la nueva generación.

Empezamos reconociendo que en el centro de nuestra fe está la creencia que todos los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, están llamados a ser hijos e hijas de Dios—en Cristo—luces para el mundo. Mediante este plan, esperamos lograr tres cosas:

  1. Declarar firmemente que, nosotros, como miembros de la Iglesia tenemos que invitar y acoger con entusiasmo a los jóvenes adultos en la vida de la Iglesia. Esto no significa poner un énfasis especial en una generación, sino tener una visión de Iglesia enraizada en la invitación de Dios a todas las gene-raciones.

  2. Describir brevemente la situación de vida de los jóvenes adultos para que la Iglesia pueda responder de forma efectiva a sus necesidades y preocupaciones.

  3. Desarrollar un plan de acción completo y viable para ser usado en el ministerio con jóvenes de dieciséis a treinta y nueve años de edad, basado en las cuatro metas de conectar a los jóvenes adultos con Jesucristo, con la Iglesia, con la misión de la Iglesia en el mundo y con una comunidad afín.
Reconocemos que hubo cierta urgencia en desarrollar este plan como resultado de las sesiones que tuvimos con los jóvenes adultos. Estas sesiones nos proporcionaron invaluable comprensión y conoci-miento en lo que respecta al ministerio de la Iglesia con la juventud adulta. De manera especial, los siguientes puntos merecen nuestra atención:
  • Muchos jóvenes adultos están deseosos de compartir su capacidad de liderazgo en el ministerio y su profunda espiritualidad con sus nuevas comunidades parroquiales. Para algunos, estos dones se desarrollaron durante sus años de estudiantes en la universidad cuando participaban en la pastoral universitaria.

  • Hay un creciente interés entre los jóvenes adultos, en las ciudades universitarias y en los centros de trabajo, para dedicar tiempo y energía a ayudar a otros mediante actividades al servicio de la comunidad.

  • Muchos jóvenes adultos expresan el deseo de desarrollar una relación más cercana con Jesucristo, y de profundizar su vida espiritual, pero no necesariamente como miembros de una iglesia.

  • Muchos hombres y mujeres que se dicen católicos, deciden, entre los últimos años de su adolescencia y los veintitantos años, participar menos en las actividades eclesiales, especialmente en la misa dominical.3

  • Con el nacimiento del primer hijo, los jóvenes adultos usualmente regresan, de forma activa, a sus prácticas religiosas luego del declive en su participación durante su adolescencia hasta los veintitantos años. Pero hoy no siempre sucede así. Si regresan, lo hacen de forma muy tentativa.

  • Existe hoy un creciente movimiento que los aleja de la concepción institucional de la religión hacia una concepción individualista de la fe. Esto se ve con mayor frecuencia en los nacidos en las décadas de 1970 y 1980.4

  • Muchos jóvenes adultos católicos que buscan una comunidad acogedora y buscan respuestas a sus preguntas sobre el significado de la vida, se sienten atraídos a movimientos religiosos o espirituales, a sectas y cultos y a las iglesias fundamentalistas.

  • Muchos hombres y mujeres católicos nos cuentan que no se sienten acogidos en nuestras comunidades, mientras que otros nos manifiestan que desean—pero no encuentran—la ayuda de la Iglesia en serias cuestiones morales y económicas.

  • Las personas de algunos grupos étnicos a veces tienen que luchar para poder expresar la fe desde su cultura.5

  • En la actualidad, los constituyentes de muchas de nuestras organizaciones católicas, por no decir de la mayoría, son mucho mayores de lo que eran hace veinte años.

  • Han incrementado los matrimonios entre personas de diferentes iglesias. Esto finalmente afecta la vida eclesial, sobre todo cuando la pareja tiene que decidir cómo rendir culto y criar a sus hijos en una tradición religiosa.6

  • Los valores de muchos jóvenes adultos ya no derivan primeramente de su familia ni de la Iglesia, sino más bien, de sus amigos, de los medios de comunicación y de la sociedad contemporánea.

  • Muchos jóvenes adultos sienten que ellos no tienen el mismo acceso a oportunidades en el campo social y económico como lo tuvieron sus padres. Esto afecta su fe, sus esperanzas y sus sueños para el futuro.

  • Jóvenes adultos que han sido víctimas de violencia o de pobreza en sus países, llegan a Estados Unidos buscando la paz y la forma de ganarse la vida. Ellos mantienen la esperanza de que en esta nueva tierra la calidad de sus vidas mejorará.

En vista de este discernimiento, nuestro ministerio con jóvenes adultos debe intensificarse, ya que ellos integran aproximadamente el 30 por ciento de la población total de Estados Unidos.7 Necesitamos ser una Iglesia que muestre interés por las vidas de estos hombres y mujeres y que esté deseosa de invitarlos a nuestras comunidades. Necesitamos ser una Iglesia imbuida de ardor misionero por el Evangelio. Cuando los jóvenes adultos acepten nuestra invitación, debemos acogerlos, reconocer su participación y darles el lugar necesario en todos los aspectos de la vida eclesial. Esta invitación es de gran importancia para los alienados de la Iglesia. Las palabras del Papa Pablo VI nos hablan de la importancia de este ministerio: "Las circunstancias nos invitan a prestar una atención especialísima a los jóvenes.... Pero, además, es necesario que los jóvenes...se conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud.  La Iglesia espera mucho de ellos. Por nuestra parte, hemos manifestado con frecuencia la confianza que depositamos en la juventud".8

Los jóvenes adultos tienen hambre y sed de Dios. Deseamos experimentar el amor de Cristo en nuestras propias vidas para vivir vidas de esperanza. Mientras desarrollamos nuestra vida espiritual, buscamos tres cosas. Primero, buscamos experiencias litúrgicas significativas...Segundo, buscamos aprender más acerca de nuestra fe. Tercero, anhelamos compartir nuestras historias personales dentro de una comunidad pequeña y cristiana, entre amigos...
Sergio Rodrigues, Providence, Rhode Island.

Destinatarios de este Plan Pastoral

Este plan está dirigido a personas que se encuentran en posiciones de liderazgo en la Iglesia, a fin de animarlos a reconocer, apoyar y motivar el ministerio con, por y para jóvenes adultos. Se incluye a aquellos en parroquias, centros pastorales universitarios, diócesis, las fuerzas armadas y los movimientos y organizaciones católicas. Está escrito especialmente para:

  • párrocos y socios de la pastoral, para animarlos a prestar especial atención a las necesidades de los jóvenes adultos en sus parroquias.

  • pastoralistas universitarios, para reforzar la relación entre la universidad y la parroquia.

  • pastoralistas juveniles, quienes trabajan directamente con la juventud adulta, para reconocer sus esfuerzos e incorporar su ministerio dentro de la vida plena de la Iglesia.

  • jóvenes adultos en posiciones de liderazgo dentro de la Iglesia quienes trabajan con otros jóvenes y con la comunidad.

  • oficinas diocesanas, especialmente aquellas que trabajan con poblaciones étnicas e inmigrantes, muchas de las cuales cuentan con jóvenes adolescentes y con jóvenes de veintitantos y treinta y tantos años.

  • capellanes castrenses, quienes tienen una oportunidad y desafío singular, ya que un grupo grande de jóvenes adultos se encuentra en las fuerzas armadas.

  • líderes en parroquias, movimientos y organizaciones cuyo ministerio los pone en contacto con jóvenes adultos, tales como capellanes (en colegios, centros para la salud y prisiones), pastora-listas para familias, vicarios de parroquias, directores de educación religiosa, pastoralistas juveniles, aquellos involucrados en el ministerio litúrgico, educación adulta (especialmente aquellos que prepararán a los fieles para el matrimonio, el bautismo, el Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos, el ministerio laico) y miembros del consejo parroquial.
El cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros, aun siendo muchos, forman un sólo cuerpo, así también Cristo. Todos...hemos sido bautizados en un mismo Espiritu, para formar un único cuerpo...Cuando uno sufre, todos los demás sufren con él, y cuando recibe honor, todos se alegran con él
1 Corintios 12:12-13, 26