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Servicio de Oración para la Sanación Racial en Nuestro País

Topic
Year Published
  • 2018
Language
  • English

Nota para el líder o líderes: Antes de utilizar este servicio de oración para la sanación racial, considere dar una oportunidad para que los participantes lean, reflexionen en oración y discutan el tema del racismo, incluidas sus manifestaciones individuales y sociales, utilizando recursos clave, como:

Introducción

"El racismo ha sido llamado con razón el pecado original de los Estados Unidos. Sigue siendo una mancha en nuestra vida nacional y continúa causando actos y actitudes de odio, como lo han evidenciado acontecimientos recientes. La necesidad de condenar, y combatir, las ideologías demoníacas de la supremacía blanca, el neonazismo y el racismo se ha vuelto especialmente urgente en este momento. Nuestros esfuerzos deben ser dirigidos y acompañados constantemente por la oración; pero también deben incluir acciones concretas".[1] Las personas de fe invocan al Médico Divino, Cristo el Señor, para que sane las heridas del racismo en todo nuestro país.

 

Oración inicial

Despiértame, Señor[2]

Despiértame, Señor, para que el mal del racismo
no encuentre acogida dentro de mí.
Vigila mi corazón, Señor,
y quítame cualquier barrera a tu gracia
que pueda oprimir y ofender a mis hermanos y hermanas.
Llena mi espíritu, Señor, para que pueda yo dar
servicios de justicia y paz.
Limpia mi mente, Señor, y úsala para tu gloria.
Y finalmente, recuérdanos, Señor, que dijiste,
"Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se les llamará hijos de Dios".
Amén.  

 

Lectura de las Escrituras: Lucas 10:25-37

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces esto, vivirás".

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, lo cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso'. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?" El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".

Reflexión pastoral

Como escuchamos en la lectura del Evangelio, se plantea la pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" Jesús está listo, y responde con una parábola. A menudo Jesús usaba parábolas para arrojar luz, aportar nuevas perspectivas y provocar un cambio en los corazones de los oyentes. Escuchamos que alguien es robado, golpeado y herido. Dos pasaron caminando, ignorando al hombre herido, pero un tercero acudió en ayuda del hombre, a quien cuidó de sus heridas y procuró un alojamiento seguro. Él era el buen prójimo. Estaba actuando como Jesús, haciendo lo que Dios requería.

Teniendo esto en cuenta, consideremos el escenario que presenciamos hoy, en que el racismo persiste en nuestras comunidades y en nuestras iglesias. Demasiadas personas caminan junto a las víctimas del racismo sin mirar profundamente sus heridas o el dolor infligido contra ellas. Muchas de estas heridas se han enconado durante siglos. Las continuas disparidades de hoy en educación, vivienda, empleo, bienestar económico y liderazgo no están desconectadas de la vergonzosa historia de esclavitud y racismo sistémico de nuestro país. Cualquier acto de racismo hiere al perpetrador y a la víctima, amenazando la dignidad de ambos. El no actuar para terminar con el racismo sistémico, que a menudo es alentado en nuestras leyes, políticas y estructuras, daña a los que son victimizados y nos niega a todos la oportunidad de beneficiarnos de los dones de la diversidad.

La parábola de Jesús nos llama a nuestras obligaciones como cristianos de ser un buen prójimo: el que se detiene a ayudar a los heridos, el que no duda en aceptar la responsabilidad de sanar.

Los signos de este tiempo nos piden que despertemos, nos pongamos de pie y alcemos nuestra voz cuando veamos racismo. Así es como amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así es como actuamos como Jesús. Así es como practicamos la justicia y amamos la lealtad (Miqueas 6:8). Así es como hacemos un alojamiento seguro para todos. Así es como empezamos la sanación del racismo en nuestro país, escribiendo una nueva parábola de justicia racial para este tiempo.

Los obispos de los Estados Unidos enseñan: "El racismo es un pecado: un pecado que divide la familia humana, borra la imagen de Dios en algunos miembros específicos de esa familia, y viola la dignidad humana fundamental de los llamados a ser hijos del mismo Padre" (Nuestros hermanos y hermanas: Carta pastoral de los obispos de los Estados Unidos sobre el racismo hoy día, 1979). En "El desafío del racismo hoy", la carta pastoral del cardenal Wuerl a la Iglesia en Washington, escribe: "Para abordar el racismo, debemos reconocer dos realidades: que este mal existe en una variedad de formas, algunas más sutiles y otras más obvias; y que hay algo que podemos hacer al respecto. Debemos enfrentar este problema con la convicción de que, de alguna manera personal, todos podemos contribuir a resolverlo".

El pecado del racismo es malo y debe ser desterrado. Demasiadas veces, la mala educación ha bloqueado la senda a la sanación racial. Demasiadas veces, la apatía ha obstaculizado el camino a la sanación racial. Las personas de fe están llamadas a atender las heridas del racismo con oración y acción, a pasar del dolor a la sanación transformando los sistemas y estructuras que perpetúan la injusticia. Como dijo el cardenal Wuerl, debemos reconocer que podemos hacer algo sobre el racismo.

 

Examen de conciencia: Una mirada a mí mismo en el espejo

La conciencia es el "núcleo y sagrario" dentro de nosotros donde estamos solos con Dios y escuchamos su llamado a "practicar el bien y evitar el mal" y "hacer esto, evitar aquello".[3] Examinemos nuestra conciencia a la luz del pecado del racismo, preguntándonos a nosotros mismos:

  1. ¿He amado plenamente a Dios y he amado plenamente a mi prójimo como a mí mismo?
  2. ¿He causado dolor a otros por mis acciones o mis palabras que ofendieron a mi hermano o mi hermana?
  3. ¿He hecho lo suficiente para informarme sobre el pecado del racismo, sus raíces y sus manifestaciones históricas y contemporáneas? ¿He abierto mi corazón para ver cómo el acceso desigual a las oportunidades económicas, empleos, vivienda y educación sobre la base del color de la piel, la raza o el grupo étnico, ha negado y sigue negando la igual dignidad de los demás?
  4. ¿Hay una raíz de racismo dentro de que empaña mi visión de quién es mi prójimo?
  5. ¿He presenciado alguna vez una ocasión en que alguien "cayó víctima" de racismo personal, institucional, sistemático o social y no hice o no dije nada, dejando a la víctima sola para afrontar su dolor?
  6. ¿He presenciado una ocasión en que alguien "cayó víctima" de racismo personal, institucional, sistemático o social siendo yo quien infligió el dolor, actuando en contra del amor a Dios y el amor al prójimo?
  7. ¿He levantado y ayudado alguna vez a una persona que "cayó víctima" de racismo personal, institucional, sistemático o social y pagué un precio por extender la misericordia al otro? ¿Cómo reaccioné? ¿Creció mi fe? ¿Estoy dispuesto a crecer aún más en la fe a través de mis acciones?

Reconozco que el racismo se manifiesta en mis propios pensamientos, actitudes, acciones e inacciones individuales. También se manifiesta en estructuras sociales y sistemas injustos que perpetúan siglos de injusticia racial.[4] Por mis acciones individuales y mi participación en estructuras injustas, busco el perdón y avanzo hacia la reconciliación. Miro dentro de mi corazón y pido la voluntad y la fuerza para contribuir a la sanación del racismo en mi tiempo. 

 

Acto de contrición

Recemos el acto de contrición:

Oh, mi Dios, me pesa haberte ofendido. Detesto todos mis pecados porque temo la pérdida del Cielo y las penas del infierno. Pero más que todo porque pecando te ofendí a Ti, mi Dios, tan bueno y digno de todo mi amor. Resuelvo firmemente, con la ayuda de Tu gracia, nunca más pecar y apartarme de toda ocasión de pecado. Amén. (O: "confesar mis pecados, hacer penitencia y enmendar mi vida").

 

Busco perdón y reconciliación para actuar con justicia

Está escrito en Ezequiel 36:26: "Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne". El papa Francisco nos recuerda que "a cada uno de nosotros Dios nos llama por el propio nombre: nos conoce por el nombre, nos mira, nos espera, nos perdona, tiene paciencia con nosotros".[5]

Recibir la gracia y el perdón de Dios requiere una respuesta. El papa Francisco alienta al creyente: "Quien experimenta la misericordia divina, se siente impulsado a ser artífice de misericordia entre los últimos y los pobres".[6] Ahora hagamos lo que Dios requiere:

     "Que practiques la justicia y ames la lealtad

          y que seas humilde con tu Dios" (Miqueas 6:8). 

 

Oración final

Dios del Cielo y de la Tierra,
tú creaste la familia humana
y dotaste a cada persona de una gran dignidad.

Ayúdanos, te lo pedimos, a superar el pecado del racismo.
Concédenos tu gracia para eliminar esta plaga
de nuestros corazones, nuestras comunidades,
nuestras instituciones sociales y civiles.

Llena nuestros corazones de amor por ti y nuestro prójimo
para que podamos trabajar contigo
en sanar nuestro país de la injusticia racial.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.

Hemos orado y ahora, con los corazones cambiados, pongamos nuestros pies en acción.

 

Oportunidades para la acción

Nota para el facilitador: Tras la conclusión de este servicio de reconciliación, comparta con los participantes oportunidades de trabajar por la justicia racial en su comunidad de fe, su vecindario o la comunidad en general. Para obtener ideas, visite usccb.org/racism, que trae recursos de oración, materiales de estudio e ideas para la acción. Vea también Cinco maneras en que puede cultivar la paz y trabajar por la justicia racial.

 

Copyright © 2018, United States Conference of Catholic Bishops. Todos los derechos reservados. Este texto puede ser reproducido en su totalidad o en parte sin alteración para uso educativo sin fines de lucro, siempre que tales reimpresiones no se vendan y que incluyan este aviso.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados.



[1] Declaración del Comité Ejecutivo de la USCCB en apoyo de la creación de un nuevo Comité Especial sobre el Racismo en septiembre de 2017.

[2] Esta oración proviene de Por el amor recíproco (1989), un mensaje especial del Comité sobre los Católicos Negros de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos en ocasión del décimo aniversario de la carta pastoral Nuestros hermanos y hermanas, la carta pastoral sobre el racismo de los obispos católicos de los Estados Unidos (1979). Translación no oficial.

[3] Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, no. 16. Antes de que podamos examinar nuestra conciencia, debemos asegurarnos de que nuestra conciencia esté debidamente formada. Esto implica una actitud abierta a la verdad y lo que es correcto, estudiar la Sagrada Escritura y la doctrina de la Iglesia, examinar los hechos y antecedentes de las distintas opciones, y reflexionar iluminados por la oración para discernir la voluntad de Dios (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, no. 18).

[4] Para obtener más información, consulte el documento de antecedentes de la USCCB, "Racismo: Enfrentar el veneno en nuestro hogar común".

[5] Papa Francisco, Audiencia general, 17 de mayo de 2017.

[6] Papa Francisco, Homilía durante la Celebración de la Penitencia, 28 de marzo de 2014.