Cristo Rey 2019

Inserto de boletín

Celebrada el último domingo del año litúrgico,la Solemnidad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 con su encíclica Quas primas ("En la primera") para responder al creciente secularismo. El Santo Padre vio que intentar "[alejarse] de Jesucristo y de su ley santísima" en la vida pública tendría como resultado una continua discordia entre los individuos y las naciones.

La Solemnidad recuerda a los fieles que Cristo reina como soberano de todo el mundo eternamente, y alienta a los católicos a responder a esta realidad. El Papa Pío XI afirma: “el imperio y soberanía de Cristo fue reconocido con la piadosa práctica de dedicar y consagrar casi innumerables familias al Sacratísimo Corazón de Jesús. Y no solamente se consagraron las familias, sino también ciudades y naciones.” (Quas primas, 26). Este año volvamos a dedicarnos a dar testimonio del reino de Jesucristo y su Sagrado Corazón".

Reconocemos el reino de Cristo Rey con toda nuestra vida.

“Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a Él estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, 'como armas de justicia para Dios.'” – Quas primas, 34

Amamos a Cristo Rey con todo nuestro corazón.

“Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona.” – Annum sacrum, 8


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